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GACHAS ENRIQUECIDAS Y CONOCIMIENTOS SOBRE NUTRICIÓN MANTIENEN SANOS A NIÑOS DE MOZAMBIQUE  

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La provincia de Cabo Delgado, en Mozambique, tiene las tasas de malnutrición en niños menores de cinco años más elevadas del país. Con los conocimientos adquiridos en un programa de capacitación de la FAO, Cristina enseña a otras mujeres hábitos alimentarios saludables, comidas adecuadas para niños y mejores prácticas para preparar alimentos.

Las gachas enriquecidas… ¡en que poderosa herramienta se han convertido para las mujeres de la aldea de Katapua, en la provincia mozambiqueña de Cabo Delgado!

Cristina Celestino Mariano es una joven madre de dos hijas. Recibió capacitación como “madre cuidadora” en el marco de un programa de emergencia de la FAO sobre nutrición, financiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores, Mancomunidad y Desarrollo del Reino Unido.

Tras la capacitación, a Cristina le pidieron que enseñara a su propio grupo y ese mismo día recorrió el barrio en busca de madres de niños de hasta cinco años de edad y de mujeres embarazadas y lactantes que desearan unirse al programa. Formó un grupo de 10 mujeres para empezar a aprender sobre nutrición. Cristina dice que no fue fácil convencerlas, pero que tuvo el valor y la convicción necesaria para lograr que se embarcaran en el proyecto.

Una vez por semana, se sienta con su grupo y utiliza los rotafolios diseñados especialmente para enseñarles hábitos alimentarios saludables y comidas adecuadas para niños.

“En los rotafolios vemos ilustraciones de niños con un vientre enorme (edema), algo frecuente en nuestra región. Son muchos quienes lo padecen, pero estamos convencidas de que con este programa estamos salvando niños. Ya hemos aprendido a preparar las gachas enriquecidas, en las que se mezcla harina con moringa, sal y manteca de cacahuete, y también gachas con huevo y azúcar”, explica Cristina.

 

Mediante un programa de emergencia de la FAO, varios grupos de mujeres reciben educación sobre nutrición, que les permite empoderarse para introducir cambios en su dieta y en la de sus familias. © FAO/ Telcinia Nhantumbo

La provincia de Cabo Delgado tiene las tasas más elevadas de malnutrición en niños menores de cinco años de Mozambique y, en los últimos años, la situación ha empeorado en la zona debido al paso del ciclón Kenneth en abril de 2019, al recrudecimiento de los ataques de grupos armados no estatales en los distritos septentrionales de Cabo Delgado entre enero y agosto de 2021 y a la enfermedad por coronavirus (COVID‑19).

En el marco del programa de emergencia de la FAO sobre nutrición se empodera a grupos de mujeres, para que tomen las riendas de su nutrición y transmitan esos conocimientos a otras mujeres de su comunidad. Aprenden mejores prácticas para preparar alimentos y participan en sesiones de cocina en las que utilizan alimentos disponibles a nivel local.

Cristina y otras mujeres han aprendido, además, la importancia de las prácticas de higiene.

“Aunque cocinemos buenos alimentos, sin higiene los niños no se crían bien. Antes no lavaba las hortalizas. Ahora las junto, las lavo primero y después las corto para cocinarlas. El agua que bebemos tiene que estar bien tapada… Siempre tenemos que lavarnos las manos con jabón o ceniza”, cuenta.

Los huertos impulsan la nutrición

Con las semillas de hortalizas y las herramientas agrícolas que se distribuyen en el marco del proyecto, Cristina, al igual que las demás madres cuidadoras, ha creado un huerto casero en el que produce sus propios alimentos para preparar comidas más nutritivas. Es la primera vez que dispone de un huerto. “No fue fácil. No sabía cómo hacerlo, pero como me gusta aprender, adquirí los conocimientos necesarios y ahora enseño a las demás”, concluye.

“Teníamos algunas madres que sabían crear huertos, pero no sabían que esto se podía hacer en el patio. Pensaban que el huerto solo se podía montar cerca de una fuente de agua lejos de casa, pero les explicamos que no, que se podía crear en casa”, comenta Abudo Amisse Valeriano, quien recibió capacitación de la FAO como “promotor” del programa, gracias a lo cual aprendió sobre nutrición para trasmitirlo luego a las madres cuidadoras.

“Les explicamos que, para crear las parcelas, primero había que organizarlas, y que las semillas no podían esparcirse de cualquier manera. Tenían que estar estéticamente alineadas”, explica el promotor.

Con las herramientas que se distribuyen en el marco del proyecto, Cristina, al igual que las demás madres cuidadoras, ha creado un huerto casero y produce sus propios alimentos para preparar comidas más nutritivas. © FAO/Telcinia Nhantumbo

La nutrición en la diversidad

Las madres cuidadoras ahora tienen una nueva visión de la nutrición. “Alimentarse bien no significa que haya que comer lo mismo cada día. Si hoy comemos pollo, mañana puede ser matapa (hojas de yuca). Si no fuera por este programa, no sabríamos muchas de estas cosas”, añade Cristina.

“Ahora suelo preparar algo por la mañana, por la tarde otra cosa y, por la noche, algo distinto para variar de alimentos”, añade Abiba Minate, otra madre residente en la aldea de Natuco.

Ali Ali, el marido de Abiba, dice que su mujer transmite y practica con entusiasmo lo que ha aprendido.

“Prepara gachas enriquecidas para los niños. Cada vez que acude a las sesiones de formación sobre nutrición, nos cuenta algo acerca de lo que ha aprendido ese día. Y ahora está aplicando las prácticas de higiene y para variar de alimentos”, dice.

“Lo que aprendemos no termina hoy: lo ponemos en práctica en nuestras casas”, concluye Cristina.

Desde el inicio de este proyecto de la FAO han participado en las sesiones formativas sobre nutrición 6 000 mujeres. En poco tiempo, gracias a estas sesiones y a los huertos caseros, ha mejorado la diversidad alimentaria de los hogares, lo que ha ayudado a reducir la malnutrición en la comunidad.